Ningún movimiento en relación al otro, al grupo, al colectivo, puede coartar las partes más esenciales de un@. Si queremos asumir nuestra unicidad, nuestra esencia, tenemos que recuperar los bienes de nuestra persona que dejamos relegados en la oscuridad.
La madurez nos permite hacer este movimiento y preguntarnos acerca de quiénes somos, cuál es nuestra naturaleza y qué es lo que verdaderamente le da sentido a nuestra vida. Se vuelve inevitable entonces aceptar el reto que plantea la propia individuación y encontrar un camino que nos conduzca a la integración.
¿Qué aspectos de mí tuve que dejar fuera para sentirme incluida en los grupos de los que he sido parte?
Probablemente a lo largo de mi vida he ido dejando de lado aspectos de mí misma para adaptarme a lo que se esperaba de mí, para cumplir con las expectativas ajenas (que luego se volvieron propias), para ser fiel a las exigencias del medio (que luego pasaron a ser las mías), en definitiva, para sostener con esfuerzo una imagen de mí que sintiera era merecedora de reconocimiento que no es otra cosa que amor y respeto.
Así pude aprender a ser servil, bien educada, a auto-postergarme, a ser autosuficiente, a dar mucho por adelantado, a ser rebelde, a oponerme y luchar, etc. En este juego de roles y relaciones sociales vamos tapando, escondiendo o simplemente desatendiendo cualidades propias que creemos serán menos gratas o no van a gustar y, sin darnos cuenta, la identidad se estrecha, se empobrece, se limita.
Como dice un viejo y querido maestro “no es la consciencia la que se expande, sino nuestra propia identidad cuando tomamos conciencia de aquellas cosas que habitualmente permanecen inconscientes”.
Cuando tomamos consciencia de estas partes nuestras que nos pertenecen y hemos desatendido, estamos poniendo luz, y al iluminar vemos estos aspectos de nuestra personalidad con más claridad y entonces se vuelven menos peligrosos. Y entonces nos atrevemos a mirarlos y a conocerlos realmente y vemos que no son una amenaza sino un complemento de inmenso valor para nuestra persona toda. Y si algo es de inmenso valor para una persona, entonces también es de inmenso valor para su comunidad.
Permitir que esas partes que menos conozco de mi estén disponibles para darme guía es también darme el permiso para contemplar la totalidad de lo que soy y poder manifestarme de esta manera y así expandirme y expresarme en mis múltiples posibilidades.
Inevitablemente esto supone asumir que no vamos a caerle bien a todo el mundo y a la inversa, y no pasa nada por ello. Es parte de la vida. Entonces, al aceptarlo, dejo de pelearme con el entorno, dejo de intentar cambiar al otro, dejo de exigirme ser alguien que no soy y me doy el permiso de ser yo misma. Me libero del esfuerzo que me supone intentar aparentar y descanso.
Y entonces puedo verme en situaciones colectivas, grupales, donde se me presenta el desafío de diferenciarme, de mostrarme realmente y aunque me resulte difícil puedo hacer el movimiento de preguntarme ¿cuál es la oportunidad de crecimiento que me ofrece esta situación?, ¿cuál es la ganancia que puede traer esta experiencia para mí? Y si puedo tomar distancia, podré mirar en perspectiva y ver la vida como una gran escuela y preguntarme, más allá del otro, ¿cuál es la tarea propia en esta situación, cuál es la tarea que se me plantea como un reto, como un desafío a lo que hago habitualmente, a lo que conozco de mí?
Y tal vez recordando que soy una persona querida, que soy suficiente, que soy merecedora de amor y respeto, así como soy, puedo atreverme a ser yo misma en los grupos incluyendo aquellos aspectos de mí que he dejado fuera tanto tiempo y puedo expresarme con honestidad. Y observar con respeto cuando otros hacen lo mismo. Animándome así a mostrar mis diferencias y confiando en que si hay pérdidas, éstas también forman parte de la vida y de mi camino de evolución.
Y entonces comprendemos que todos los aspectos que nos habitan están simplemente al servicio de la vida. Y que en la vida cierto momento de madurez nos llama a tener la disponibilidad para asumirnos en forma íntegra y completa y así caminar en libertad hacia la propia autonomía.
Artículo Publicado en la Revista Energía Vital nº 16