“Allá donde se encuentre, el girasol se orienta hacia el sol, pues necesita de sus rayos para crecer. Como seres únicos, necesitamos vivir en armonía con nuestros valores, nuestras aspiraciones profundas, nuestros sueños”. Claudette Jacques
La confianza es un estado del ser que se desarrolla y trabaja cada día. Cómo nos orientamos en la vida y hacia dónde, es una de las claves para recuperar y nutrir este estado.
Nuestra mente aprende rápido a dirigirse hacia el exterior en busca de respuestas, muchas veces en ese recorrido pierde la conexión con lo esencial para la persona y queda aturdida entre todos los estímulos a los que se apega: sonidos, imágenes, pensamientos, expectativas, personas, situaciones. Cantidad de información que forma parte del mundo al que la mente atiende y en esa dirección se vuelve difícil discernir.
Hacer el camino inverso y direccionar la atención de fuera hacia adentro implica soltar los estímulos y observar qué sucede. Quedarse en ese aparente silencio y abrir la escucha al espacio interno.
Desde allí podemos ver con más claridad nuestras necesidades y aspiraciones así como nuestras creencias, juicios y categorizaciones y darnos cuenta cómo en ocasiones entran en conflicto.
Cómo atravesar estos conflictos naturales orientándonos hacia lo que nos nutre, sin hacernos daño, sin exponernos, es un gran desafío. Y para ello la brújula interna es una buena compañera, confiar en la dirección que nos indica es un reto. Podemos hacerlo en la medida que nos conocemos íntegramente, esto implica reconocer nuestro “laberinto de ideas” al tiempo que identificar los valores, recursos y capacidades que tenemos así como los aprendizajes que hemos hecho de las experiencias pasadas.
En este sentido, cultivar una mirada respetuosa e inclusiva hacia nosotros mismos nos ayuda, permite acoger las direcciones opuestas que a veces parece marcarnos la vida, y los opuestos que habitan en cada persona y reconocer en uno mismo la multiplicidad de realidades que hay dándoles cabida, ya que cada una nos muestra “algo” de nuestra experiencia humana.
Cuando intentamos que haya una realidad única imponemos un orden que no es natural. El Paradigma Cartesiano es un ejemplo de ello. Desde esta cosmovisión la realidad es una y solo existe una verdad, lo cual implica moverse en espacios de luchas de poder y desconfianza, para convencernos los unos a los otros, incluso a nosotros mismos.
Al aferrarme a una imagen reducida y recortada de mi, excluimos partes de nuestra persona e intentamos “explicar” lo que nos sucede para que se ajuste a una lógica preestablecida. Esto deja fuera partes del Ser que siendo menos conocidas y apreciadas, también tienen su función y son importantes para evolucionar. Movernos bajo este paradigma, en el que el crecimiento se asemeja a una línea recta, genera mucho miedo y ansiedad, porque escapa a la naturaleza.
La naturaleza nos muestra que el crecimiento deviene en espiral y los espacios de confianza se construyen y fortalecen cuando somos conscientes de este recorrido. Desde el Paradigma de la Complejidad y la Física Cuántica hay múltiples verdades que conviven cada día, no hay necesidad de buscar argumentos, ni de convencer a nadie porque no se trata de tener la razón sino de experimentar y compartir experiencias. Todas son acogidas. No es necesario explicar lo que me sucede para que cuadre con lo que creo “tiene que ser”, sino vivir lo “que es” en todas sus posibles formas.
Es difícil conocer aquello que juzgamos, porque al juzgarlo lo rechazamos y alejamos, lo mantenemos fuera de la consciencia.
Conocer cuáles son las verdaderas motivaciones que nos mueven nos permite tomar contacto con lo que le da sentido a mi vida en este momento.
Conocer los miedos que portamos posibilita el darnos cuenta de lo que necesitamos para afrontarlos. El miedo a la crítica, a no pertenecer y quedarme fuera, a equivocarme, el miedo a las pérdidas, al ridículo, a quedarme sola, a fracasar, muchas veces nos distancian del estado de confianza; una vez que somos conscientes que están ahí, podemos ver cómo hemos hecho en otras situaciones para negociar con ellos, ¿qué me ha venido bien?, ¿qué puede ayudarme a confiar en este momento?.
Si miramos todo lo que hay con una actitud de apertura, curiosa, probablemente lleguemos a tener un conocimiento más amplio y profundo de nosotros mismos y por lo tanto tendremos una fuente de información más auténtica en la cual apoyarnos para caminar en la vida, también para decidir quedarnos quietos.
Como el girasol, es nuestra responsabilidad orientarnos hacia lo que nos ayuda a crecer y nos resulta beneficioso en ese recorrido, la gran oportunidad que se me presenta cada día es canalizar mis recursos y utilizar las facultades para estar cerca de mi centro y desde allí “ver”.
Artículo Publicado en la Revista Energía Vital nº 13.