Los errores, las equivocaciones, forman parte del camino de aprendizaje de la vida, se presentan una y otra vez en los distintos momentos de nuestra evolución como oportunidades de autoconocimiento y crecimiento.
Durante muchos años no lo entendí de esta manera. Mas bien vivía los errores, como situaciones muy negativas en las que realmente no veía la oportunidad de crecer, sino que perpetuaba una relación de juicio, desvalorización y auto castigo conmigo. Todo esto contribuía a alimentar una experiencia de mi misma empobrecida, de inadecuación e insuficiencia con el impacto inevitable en mi propia autoestima y en la interrupción de mi proceso de emancipación y autonomía.
Con el tiempo fui observando con mayor atención esa manera de relacionarme conmigo y las consecuencias que esta forma tenía para mi vida y mis relaciones. Desde esta vivencia de los errores, me fui dando cuenta que se producía una confirmación del patrón de relación conmigo misma y con los demás, favoreciendo relaciones de dependencia y/o autosuficiencia.
Como buscadora fui buscando… y encontrando otras maneras de acercarme a mí, de conocerme y así acercarme a la vida y a todo lo que es parte de ella.
Fui aprendiendo a tejer con otros hilos mi mundo de aprendizaje y comprendiendo profundamente mi lugar de Aprendiz.
Al transformar la vivencia y tomar los errores como oportunidades de aprendizaje, se abre el camino a profundizar en mí y en los vínculos, a interrogarme. A preguntarme a cerca de mi misma y de los otros, de los acontecimientos y de la vida. Se abre paso a la mirada curiosa, sincera, humilde. Desde el reconocimiento de mi ignorancia, se abre paso a la verdadera sed de saber, de sabiduría. Se va des-cubriendo el camino de la autonomía y la libertad.
Así la relación conmigo misma fue volviéndose más colorida y compleja a la vez que simple y profunda y un nuevo tapiz se manifestó en mi existencia.
Aprendí que cuando me equivoco hay siempre una oportunidad y si miro con curiosidad puedo tomar un tesoro. Una experiencia valiosa sobre mi y la tarea psíquica que estoy consolidando en ese momento evolutivo de la vida.
Esto me lleva a una manera nueva de presentarme al vinculo, conmigo y con los demás, más auténtica, más honesta.
¿Cómo ha sido nuestra historia de aprendizajes? ¿Cómo hemos vivido los aciertos y los errores?, ¿Qué entendimos de cada una de esas situaciones y de nosotr@s respecto a ellas? ¿Cuáles fueron las respuestas que tuve en mi entorno las veces que me equivoqué? ¿Cómo actuaban ante mis errores las principales figuras de autoridad afectiva, significativas para mi? ¿ Qué hacian ell@s cuando se equivocaban? ¿Qué pasaba en las demás relaciones de afecto y contención en las que estaba invocucrada? ¿Cómo era esto en mis grupos de pertenencia? ¿Y en los colectivos de los que he sido parte?
La educación juega un papel fundamental en la experiencia psico-afectiva del error. En el caso de nuestra cultura, condicionada por la educación Judeocristiana tal y como se ha concebido en estos tiempos desconectada de los valores primigenios, no es de extrañar que haya tenido un impacto muy fuerte la idea de que si nos equivocamos existe «Un Dios», «Un Gran Padre» todopoderoso y castigador que nos juzga severamente por los errores cometidos. Con el modelo implícito de la retirada del Amor como consecuencia necesaria para corregir y aprender. O sea que si nos equivocamos quedamos en el Desamor y el Desamparo más absoluto.
Este Paradigma del Castigo y el Desamor como consecuencia ante el error, lo que ha hecho es promover el miedo, el aislamiento y la soledad. Interfiriendo en nuestro proceso de autoconocimiento. Bloqueando la posibilidad de experimentar las capas que vamos atravesando a lo largo del camino de la vida, los aspectos a ir revisando de nuestra personalidad, disolviendo, sanando y transformando. Impidiendo que podamos conocernos verdaderamente, profundamente, y así asumirnos enteramente.
Reconocer que este paradigma hace mucho daño y que la pauta de aprendizaje que contiene es falsa, es un acto de liberación y empoderamiento, es un acto político. Tan necesario en estos tiempos donde se hace fundamental recuperar la memoria de los valores originarios, y participar en la vida ciudadana, en el tejido colectivo, con Responsabilidad y Valor, con Conciencia de mí y de mis actos.
Aprovechando entonces este Otoño como tiempo del Agua, y los portales como espacios de paso a nuevos escenarios, es un buen momento para actualizar toda esta información que como memorias antiguas se guardan en el inconsciente individual y colectivo y así purificar nuestras creencias y entendimientos para movernos con mayor Libertad, Verdad y Madurez.
Ser impecables con nosotros mismos y con los demás no quiere decir no equivocarnos, no cometer errores, no tener faltas y fallos más o menso graves. Ser impecables e íntegros con nosotros mismos tiene más que ver con lo que hago cuando me doy cuenta de ello, con lo que hago cuando me doy cuenta que me he equivocado.
Cuando internamente estoy en un lugar de confusión y de desorden eso es lo que genero afuera también. Cuando no estoy siendo honesta conmigo misma probablemnte tampoco pueda serlo fuera. Por eso el hecho de poner luz, de atreverme a mirar de frente e iluminar lo que hay dentro mio, ya ordena y transforma. Y habitualmente son las situaciones externas las que me lo muestran, a través de una amiga que me señala algo que no le gustó, una discusión, una crisis en la pareja, un malentendido, una mentira que sale a la luz, algo en lo que me he sentido herida, etc. Así se presenta la oportunidad de ir a mi interior a mirar con más detenimiento, con más atención y conciencia.
¿Cuando me equivoco, puedo darme cuenta?, ¿Puedo reconocerlo?, ¿Soy capaz de quedarme presente en el vínculo conmigo… y con el otro, asumiendo mi falta y las consecuencias que ese error tiene?.
Es parte de la madurez, asumir los errores y las consecuencias que éstos tienen.
Es importante tomarme el tiempo para revisar qué tiene para mi esa situación, ver de qué se trata. ¿Es una oportunidad de posicionarme?, ¿Para darme cuenta de lo que no me hace bien?¿Hay algo para rectificar?, ¿Hay algo para corregir?, ¿Es una oportunidad para pedir disculpas?, ¿Para reparar?, ¿Para tomar distancia?, ¿Para hacer silencio?, ¿Para despedir? ¿Para perdonar? ¿Algo para valorar?…
Preguntarme, darme cuenta y tomar la experiencia de aprendizaje como tal, es la actitud de integridad. Algunas consecuencias, son fuertes y rotundas, porque algunas faltas son faltas graves y esas consecuencias en ocasiones implican pérdidas, rupturas, separaciones.
Y si esa experiencia de aprendizaje implica una pérdida, una renuncia, el final de algo, es preciso el coraje para poder aceptarlo y transitarlo.
Observar lo que me pasa con todo eso, con los cierres y las despedidas, con lo que llega a su fin, con lo que no pudo ser.. también es una gran experiencia de crecimiento, que nos muestra a veces crudamente otras con más sutileza, la posibilidad de discernir entre el camino de la «Ilusión» y el camino de la «Verdad». Seguir el «Camino de la Verdad» no es fácil, pero sí es el que nos trae la certeza de continuar el paso con la enseñanza aprendida.
El duelo, es parte de la experiencia humana y todos lo ciclos que vivimos están pautados por las experiencias de vida y muerte. Nos bienvenimos a las relaciones y también nos despedimos. Bienvenimos una manera de ser y estar en el mundo y también nos despedimos para dajer paso a una nueva. Así es la rueda. Solo el espíritu es eterno. Las relaciones interpersonales tienen un límite en su campo de evolución, a veces duele darnos cuenta que se ha agotado el campo de evolución que esa relación me permitía. Y es que aceptar no implica que no duela.
Este entendimiento del error como experiencia que hace parte de la vida, a la vez que nos acerca a la plena conciencia de los ciclos de vida y muerte en nosotras y nuestras relaciones, también trae una fuente de riqueza para la relación, con nosotras mismas, con los demás y con toda la creación.
Este entendimiento, nos da la oportunidad de conocernos, de profundizar en lo que somos y reconocer nuestra humanidad y nuestros procesos de transformación. Nos arrima a la tierra y a nuestra existencia frágil y limitada como sus hijos e hijas, nos hace humildes.
Porque creyéndonos perfect@s, seguimos alimentando una imagen ideal que a la vez implica mucho esfuerzo sostener, seguimos alimentando una soberbia que nos pone por encima de… un autoengaño que nos mantiene presos en el juego de la ilusión y en definitiva nos aleja del corazón, de la verdad y la libertad que somos.
«La auténtica libertad llega cuando dejamos de rechazar o juzgar alguna parte de nuestro proceso humano» *
Y es en nuestras relaciones que se aprecia con claridad, son esas mismas relaciones los espejos que nos permiten ver el desorden y la confusión que hay dentro nuestro o dentro del otro, o en ambos a la vez. También la claridad. Y ahí, en ese momento, hay una llave, una pregunta. ¿Qué voy a hacer con esto que está pasando?, ¿Con esto que estoy viendo, viviendo, sintiendo… cómo quiero proceder?, ¿Con qué valores me quiero mover ante esta situación? ¿Cuál es el punto de crecimiento para mi, y entonces qué acción tomo?
Intimar es el primer paso, intimar primero conmigo misma. Probablemente me lleva a experimentar mi vulnerabilidad a la vez que mi fortaleza, porque es allí donde experimento mi verdad, que experimento mi poder. Entonces puedo mostrarme vulnerable al vínculo, intima y honesta, y tomar el valor de asumir mi error y dejarme ver imperfecta ante mí misma y la otra persona. Desnudarme. Con mayor o menor resistencia. Finalmente puedo entregarme.
«Sí, me equivoqué». » Sí, mentí». «Sí, me moví desde los celos». «Sí, me estaba moviendo por la competencia». «Sí, sentí miedo y tomé de más». «Sí, violenté». «Sí, abusé», «Sí, te invadí, me metí donde no me llamaste». «Sí, esto es lo que generé»…
Otras veces seremos testigos de este movimiento en otros seres con nosotras. Y como también hemos vivido ese proceso, probablemente podamos apreciarlo. Nos guste más o menos lo que veamos, duela más o menos, el reconocimiento de la verdad es un acto de amor.
Así pues, reconocer el error y pedir disculpas con el corazón, es un movimiento muy sanador para todos. Para quien se equivocó y para quien estaba implicado en esa equivocación. Porque al final somos todos partes del mismo juego y así nos ayudamos entre todos a Ser y Crecer.
Y también hay una llave ahí donde puedo ir a ver ¿qué hago yo cuando me siento herida?. ¿Cuáles son los patrones que ejecuto?. ¿Me retiro sola y me quedo agarrada a la herida y no la suelto?. ¿Me voy del vínculo con odio y rencor? ¿Hiero y proyecto mis «serpientes» sobre esa persona? ¿Busco aliados y aliadas? ¿Me quedo sola con mis interpretaciones a cerca de lo que pasó? ¿Me doy la oportunidad de dialogar, de compartir lo que siento? ¿Converso directamente con la persona implicada? ¿Le doy al otro la posibilidad de dialogar, de comunicarse, de explicarse, de pedir disculpas? Y si eso sucede, ¿soy capaz de recibirlo, de dejarme tocar por las disculpas?
También, hay escenarios en que las consecuencias de nuestros errores nos dan la oportunidad de sentirnos amadas y aceptadas profundamente en una relación con todo lo que somos, con nuestras luces y nuestras sombras, nos dan la oportunidad de seguir sintiéndonos queridas, acogidas y bienvenidas en el vínculo y de experimentar como el vínculo se fortalece, se vuelve más íntimo y profundo cuanta mayor intimidad y honestidad con nosotras mismas.
Como adultas hoy, la primera relación es conmigo. La primera acogida y la primera bienvenida es a mi misma, a mi casa, que soy yo, en mi cuerpo, que es el primer territorio al que pertenezco. Entonces el primer gran paso es hacia adentro, es para mí, es equivocarme y no dejarme sola, no abandonarme, no maltratarme, no enviarme al exilio de mí misma. Ser compasiva. Reconocer y Perdonarme.
Reconocer la afectación de mis actos con valentía, con coraje, con humildad y aceptar las consecuencias, es una gran oportunidad de experimentar todo mi potencial en mi condición de humana. Experimentar y recibir tanto las ganancias como las pérdidas sin darle más valor a unas que a otras también lo es, porque ambas energías son parte de la vida y aparentes polos de un mismo continuo.
En la medida que puedo reconocer la totalidad que soy con mis aciertos y con mis errores también cuando otro se equivoca puedo reconocer la totalidad que es, con sus aciertos y sus errores, y darme cuanta que somos dos humanos aprendiendo a ser humanos y a caminar nuestra humanidad acá en la tierra. ¿Cómo podemos ayudarnos con esa tarea? Eso es parte de lo que vamos a ir develando en cada relación y parte del misterio también.
«En Tu Imperfección está la Perfección del Todo» *
Fotografía: Fotógrafa María Teresa García. Ecuador.
* Cita de Jamie Sams
* Proverbio Hindú