Toda familia tiene una historia en la que confluyen muchas generaciones, algunas más presentes en la memoria colectiva, otras apenas recordadas. Bisabuel@s, abuel@s, padres, madres e hij@s, vidas e historias que se entrelazan en una red llena de información relevante sobre cada una de las personas que ha formado o forma parte de ella, sobre el tipo de relación que han establecido y los hechos importantes que se han sucedido.
Cuando una pareja decide unirse y caminar juntos, no caminan solos. Están acompañados por sus ancestros, por ese tejido invisible del que forman parte y que de una manera u otra influye en la forma en que se dan los intercambios en esa relación conyugal.
En ella podemos ver a quienes estuvieron antes. En el lugar donde se originan los conflictos cotidianos, en las características del vínculo y los roles, en el espacio que hay para el disfrute y el placer, en la forma de vivir la sexualidad, en la manera de establecer el intercambio entre el dar y tomar.
En definitiva en la forma de estar en la vida de cada uno de sus miembros: con más o menos rencor y recelo, con más o menos aceptación y apertura, con más o menos confianza.
En ocasiones cuando en nuestra historia familiar han habido situaciones dolorosas, secretos, mentiras, abandonos tempranos, traiciones, es difícil en la vida adulta abrir el corazón y tomar también eso. Sin embargo, es una condición necesaria para tomar la vida y vivir plenamente en ella, también con mi pareja.
Joan Garriga, terapeuta y formador en constelaciones familiares, expresa en su libro “El Buen Amor en la Pareja” que para los hijos, los padres representan simbólicamente la vida. Mantener una relación amorosa con ellos, es mantener una buena relación con la vida.
Y es que en toda relación de intimidad en algún momento vamos a herir y nos van a herir, ese es el riego que implica abrir el corazón a la experiencia humana. Cuando interrumpimos el movimiento amoroso que nos lleva a desnudarnos ante el otro y permanecer, ese movimiento que nos lleva a confiar, probablemente hay algo de nuestro linaje que no estamos pudiendo tomar.
Revisar nuestro linaje y nuestra biografía emocional nos brinda la posibilidad de darnos cuenta, qué aspectos hemos podido recoger de nuestros ancestros, y qué aspectos nos cuesta aceptar y recibir de una buena manera. En qué partes del árbol genealógico permanecen anudados conflictos que se manifiestan en mi vida contemporánea y requieren solución. A veces debilitando las raíces, nuestra estabilidad y firmeza, nuestra capacidad de tomar el alimento, otras limitando el crecimiento de las ramas, restringiendo nuestra autenticidad y potencial de expansión.
Por tanto, revisando los rasgos y cualidades de nuestro linaje, podemos ver con más claridad dónde se interrumpe el movimiento amoroso del intercambio y si prestamos atención, podemos ver en algunos casos cómo lo continuamos haciendo en la actualidad con nuestra pareja y para qué lo hacemos.
Esta interrupción determina también nuestra manera de organizar la experiencia en general, dónde vamos a poner el foco en el mundo, cómo vamos a seleccionar los elementos de la realidad a los que les prestamos atención y de qué forma los vamos a relacionar entre ellos para darle una interpretación que se ajuste a nuestros fines.
Si el fin tiene que ver con protegerme, probablemente anticipe que no habrá nadie ahí fuera que pueda amarme y tomarme tal como soy. Entonces cada vez que me exponga a abrirme al amor, percibiré algún elemento que me lleve a cerrarme y así confirmaré mi teoría y permaneceré en la zona segura, en la que evito sentir miedo y al mismo tiempo me quedo en soledad.
Quizá es lo que conozco, porque así es cómo he transitado mis vínculos significativos tempranos: escondiéndome, anulándome, defendiéndome, victimizándome, o acorazándome.
Estos serán nuestros estilos afectivos, que determinan la manera de relacionarnos con el mundo y el grado de nuestros intercambios: ricos y nutritivos o pobres y escasos.
En lugar de ir hacia nuestros progenitores, abrazarlos y tomar lo que tienen para ofrecernos, congelamos el cuerpo y cerramos las puertas del corazón, peleamos hasta agotarnos, o salimos corriendo y huimos.
Distintas formas de buscar el amor, que desafortunadamente nos llevan a otro destino. A confirmar que lo que más queremos no está disponible en este mundo para nosotros: “Amar y Ser Amados”. Porque tomar el amor también es tomar las heridas que vienen con él. Pedimos ser amados, pero ¿estamos preparados para tomar el riesgo y abrirnos a esa experiencia?
“Muchas soluciones recién son posibles cuando no miramos solamente a la familia inmediata, sino cuando el individuo recibe la fuerza para la solución a través de la bendición de los ancestros.”
Bert Hellinger
Una invitación… Fijate la información que tienes actualmente acerca de tu linaje, si está dentro de tus posibilidades busca la que te falte y una vez lo tengas completo hasta la generación que tu sientas, disponte a la parte creativa. Realiza la representación de tu Árbol Genealógico, elige los materiales que prefieras: lápices de colores, ceras, pintura, arcilla, cartón, telas, etc. Cuando lo termines, tomate unos minutos para observarlo y registra las sensaciones que despierta en ti, imágenes, pensamientos y emociones que vienen a tu conciencia. Tal vez aumente tu curiosidad. Tal vez te ayude a darte cuenta qué aspectos de tu linaje aprecias y agradeces y con cuáles peleas y/o rechazas… a partir de ahí, tu decides qué quieres hacer.
Artículo Publicado en la Revista Energía Vital nº 7