Los Círculos de Mujeres

En la actualidad cada vez más mujeres se están reuniendo en círculos con la intención de generar auténticos espacios de encuentro, donde la presencia de cada una tiene un sentido que trasciende lo individual.

¿Qué son entonces los círculos de mujeres?

En estos tiempos donde el paradigma dominante responde al modelo patriarcal, en el que imperan las jerarquías y las luchas por el poder, es fácil vivir en un estado constante de alerta.

Desde este modelo se generan estructuras piramidales para gestionar la vida, con un orden superior y otro inferior que determinan que es lo que sirve y que es lo que no. Una concepción utilitaria de la vida, en la que se promueven valores como la competencia y la productividad, instaurando una realidad donde las personas nos sentimos cada vez más solas y aisladas.

Dentro del ámbito de las relaciones humanas, las mujeres somos clasificadas y comparadas las unas con las otras, nos miramos con envidia y recelo, perdiendo nuestro poder personal y la fuerza como grupo, en definitiva separándonos de la comunidad.

Los círculos vienen entonces a recordarnos el orden natural del universo y el lugar que ocupamos en él. Un lugar seguro y pacífico donde podemos ser nosotras mismas.

Desde antaño las culturas nativas indo americanas se han reunido en círculos, celebrar las festividades de la comunidad, festejar los ritos de paso, venerar los cambios en la naturaleza, auspiciar espacios de diálogo, afrontar desacuerdos y conflictos, han sido algunos de los fines de tales encuentros.

El círculo, como estructura, nos brinda la posibilidad de que cada persona que forma parte de él, ocupe su lugar en consonancia con el resto. Es una infinita red, en la que las relaciones que se establecen son horizontales, promovidas por la igualdad, el respeto y la confianza.

El círculo como principio, nos ofrece la posibilidad de recordar que somos seres en relación y que la idea de estar separadas las unas de las otras y así del universo que sustenta la vida, es una ilusión.

Volver a la circularidad, es volver a nuestra verdadera esencia, estar en el ser. En el círculo lo que nace y fluye viene de la aceptación y el compromiso, de la mirada sincera y humilde de cada una hacia sí misma y hacia las demás. Cada mujer aporta al grupo y la experiencia del círculo aporta a cada una. Así se crea una relación de colaboración y mutua implicación entre el ser individual y la totalidad. Esta es la ley de la naturaleza.

Los círculos dan esta posibilidad; observo lo que me sucede y lo expreso siendo respetuosa con mis compañeras, amigas, hermanas. La presencia de todas y cada una no está orientada para buscar la aprobación, sino en expresar ¡mi verdad! Desde el corazón.

Con la convicción de que las demás mujeres son espejos en las que me veo y por tanto también ellas me ofrecen la posibilidad de encontrarme con mis luces y mis sombras.

¿Los círculos son exclusivos de las mujeres?

También los hombres comienzan a demandar y colaborar en la creación de estos espacios.

Antiguamente toda la comunidad se reunía en círculos. Hombres, mujeres, madres y padres, abuelas y abuelos, niños y niñas. Hemos ido olvidando esta sabiduría intrínseca de la reunión con intención de construir lazos verdaderos, desde la autonomía, honrando las diferencias. Cuando las negamos y evitamos, nos mantenemos en vínculos de co-dependencia, empobreciéndonos tanto a nosotras mismas como a nuestras relaciones,

entonces la comunidad se debilita.

Para el hombre actual es necesario contar con espacios para re-definirse, mirarse, sentirse y compartirse desde su humanidad, desprendiéndose de pesadas cargas que el patriarcado ha impuesto sobre ellos. Estereotipos muy duros y limitadores que confunden lo que es realmente la energía masculina. Es muy rico que podamos tener espacios propios y espacios compartidos. Así como en la naturaleza cada especie vive en un determinado sitio y a la vez comparten hábitats, también hombres y mujeres necesitamos movernos en esta danza, de lo propio a lo común y viceversa.

En cualquier caso, la experiencia en círculos de mujeres, hombres y mixtos, nos impele a soltar conscientemente las máscaras que llevamos día a día en el territorio del ego, para desplazarnos hacia el terreno fértil del ser. Son una maravillosa oportunidad para la experiencia sanadora y amorosa de ser un@ mism@.

Un canto a la libertad, un camino del corazón.

Artículo Publicado en la Revista Energía Vital nº 6

Leticia Cayota
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