Recuperar el Valor y Sentido de la Familia Humana que Somos

Recordar de dónde venimos, reconocer dónde estamos y orientarnos hacia donde vamos.

Hubo un tiempo muy antiguo, un tiempo lejano en que había para todos y vivíamos con esa conciencia en la tierra. En el que los valores de la familia, el respeto de los pueblos y la unión eran sostenidos con firmeza y responsabilidad, dando la soberanía necesaria a cada quien para Ser quien Es en una buena relación con todo y con todos. Aún manteníamos la conexión con toda la creación.

Recuperar esas memorias tan antiguas es un llamado importante en este tiempo de transición en el que las viejas estructuras piramidales ya no se sostienen y se abre paso a una nueva manera, que reordena la subjetividad y nos permite un nuevo entendimiento de quiénes somos y qué estamos haciendo aquí en esta época.

Todos somos necesarios. Todas las tareas son igual de importantes. Yendo de lo micro a lo macro y de lo macro a lo micro, tod@s sin distinción ni excepción, hacemos parte fundamental del tejido social y humano al que pertenecemos.

El cuerpo humano es una clara metáfora para comprender este fenómeno.

Así como en el organismo cada célula se especializa y forma parte de un tejido mayor que hace a un órgano que tiene su función. Así como cada órgano forma parte de un aparato o sistema que también tiene su función. Así como los aparatos y sistemas constituyen el organismo estando en relación de interdependencia unos con otros, trabajando juntos, cooperando entre ellos, al servicio de un propósito mayor: funcionar en armonía para que la buena vida se mantenga. Para que exista un buen equilibrio en la vida de cada un@. Un buen equilibrio entre el dar y recibir.  Un buen equilibrio con la madre naturaleza.

Así también, cada uno de nosotros como humanos tiene su tarea, su función, que si bien es personal, también es colectiva ya que forma parte de toda la familia humana que somos.

Ningún ser humano es más importante que otro. Todos somos necesarios e imprescindibles para develar la tarea que como humanidad vinimos a realizar.

Todos somos necesarios e imprescindibles para que haya una buena convivencia social, para vivir de una buena manera digna y respetuosa. Tomando lo que necesitamos sin abusar de la naturaleza, cuidando los recursos naturales y humanos, colaborando en la buena administración y distribución, justa y equitativa.

Esto nos lleva entre otras cosas a revisar nuestra manera de vivir, a revisar nuestra manera de caminar en la tierra,  a revisar hondamente y concienzudamente nuestras prácticas, nuestros valores, nuestra coherencia. Y también nos lleva a poner luz allí, en nuestras contradicciones, en nuestras trampas y autoengaños. No para castigarnos y machacarnos, sino para abrir un espacio de reflexión honesta, un diálogo fecundo con nuestra conciencia donde poder explorar nuestras verdaderas necesidades, sentimientos y emociones respecto a la vida.

“Esta es la revolución que debemos llevar a cabo en nuestro tiempo y expresa la necesidad no solo de cambiar el eje de nuestra conciencia, sino nuestra conciencia como tal. La visión del mundo de la que somos portadores los occidentales está peligrosamente desbalanceada”. *

En parte, equilibrar esta cosmovisión, es reordenarnos, reconocer nuestro lugar en la vida con humildad y sencillez. Es reconocer nuestra fragilidad y pequeñez en el tejido de la existencia. A la vez que recordar la geometría del diseño, incluir el diseño circular en nuestro entendimiento y en él, los distintos niveles de activismo e implicación humana, reconociéndolos a todos con profundo respeto y dándonos cuenta de que se nutren y enriquecen en un diálogo constante.

Comprender que cada persona participa del tejido colectivo en el nivel en que se siente llamada a accionar y puede, por sus posibilidades y limitaciones, por su coyuntura, por su historia y su presente, por sus experiencias, sus circunstancias y momentos vitales, sus dones, su propósito, etc.

Ningún nivel es más importante que otro. Todos son igual de necesarios para el cambio que como humanos transitamos.

Cada relación, empezando por la relación con uno mismo, es un espacio sagrado donde ejercer el compromiso y la soberanía. Estamos aprendiendo a ser humanos en el nuevo tiempo.

Expandirnos unos a otros. Reconocer los dones que cada miembro tiene porque estos están al servicio de todos. No medimos entre nosotros, ni acumular por miedo a no tener después, acompañarnos, compartir, cuidarnos, nutrirnos y protegernos.

Es un lindo proyecto, ahora hay que caminarlo, como todo en esta vida. Y para eso me pregunto, qué implica este proyecto para mi, qué estoy dispuesta a hacer para eso que quiero, para eso que anhelo de este mundo en el que habito.

¿Cómo es caminar en pos de un Notro@s, cómo es incluirme en el Colectivo e incluir al Colectivo en Mi, a la vez que reconocerme hija de la tierra y subordinarme a sus criterios? 

¿Cómo se manifiesta esta conciencia en lo concreto, en lo cotidiano de mi día a día?

Estamos aprendiendo a ser humanos en el nuevo tiempo. Y cuánto hay para observar, para preguntarnos, para darnos cuenta, para desaprender, para revisar, para corregir, para profundizar….

No se trata de renunciar a la tarea que cada quien tiene que realizar. Más bien parece que es entenderla e incluirla en la ecuación de la interdependencia y sus tiempos.

Comprender que a veces mis necesidades y/o deseos tienen que esperar subordinadas a otros niveles de prioridad del tejido, otras es el tiempo de realizarlos.

Incluirme haciendome cargo de mis dones y mi propósito entendiendo que pertenezco a un orden mayor donde hay tiempos y espacios que desconozco, que pertenezco a todo un colectivo donde todos estamos haciendo lo mismo. Para que yo pueda crecer, es preciso que todos lo hagamos y esto requiere mucho tiempo en el que ir observando cómo se relacionan estos espacios del Yo y el Nosotr@s. Ese es el entendimiento del Orden del Amor, diferente al Orden del Poder.

Pidiendo así que podamos celebrar la expansión y crecimiento de nuestros semejantes, del mismo modo que celebramos nuestra expansión y crecimiento; reconociendo cuándo aparece el miedo a que “si el otro florece me opaca a mí”. Reconociendo también hoy, que eso no es cierto. Que ese es el Ego individual asustado que cree que “no hay para todos” y tras sentirse amenazado “sale a conquistar un lugar en el mercado de la personalidad”, casi por supervivencia. Y eso nos aliena de nuestra sabiduría, nos desordena dentro nuestro y fuera en nuestra relación con el mundo y los demás humanos. Nos lleva a colocarnos en el centro del universo y desde ahí a competir, a tomar de más, a abusar de la propia fuente de vida, la tierra.  

Esta memoria está profundamente arraigada en el inconsciente colectivo, tras tantos años de dominación, guerras y escasez. Y en muchas partes del planeta así sigue siendo.

El Nuevo Tiempo llama a un Nuevo Orden. Llama a la confianza, la solidaridad, la abundancia, la paciencia, la armonía y la paz.

Para que lo más auténtico de mí pueda florecer y expandirse es preciso que todos lo hagamos. Y lo hagamos cuidando a todo el ecosistema al que pertenecemos. Cultivando relaciones sostenibles con nosotros mismos y los demás seres vivos. Y la sostenibilidad tiene que ver con el mantenimiento del equilibrio y el respeto a la biodiversidad. Ese es el entendimiento del orden del Amor, un orden amplio e inclusivo donde cabemos todos.

Abrirnos a esta nueva manera implica reconocer las derrotas y renuncias que el Ego tiene que hacer para entregarse al Ser que confía y reconoce la Verdad sin apropiarse de ella.

Recuperar la memoria de la tribu, de la comunidad, de la gran familia, nos recuerda que no caminamos solos. Nos recuerda la amplitud del tejido del que formamos parte y el equilibrio entre el conocimiento y el misterio con el que convivimos. Reconocernos ignorantes en tantas cosas a la vez que sapientes en otras es muy necesario para ir enderezando nuestro camino y caminar con una actitud más humilde ante la vida. El misterio es parte de como la vida nos cuida, y es tan inmenso el cosmos que no puede caber en la conciencia humana.  

No es tarea fácil, pero allí estamos.

Pidiendo así recordar esa verdad tan antigua en nuestro corazón, asumirla y llevarla a nuestras acciones, a nuestras decisiones, que nuestros actos sean coherentes e íntegros con este reconocimiento.

*Alejandro Spangenberg. “Gestalt, Mitos y Trascendencia”

Artículo Publicado en la revista Energía Vital nº 20.

Leticia Cayota
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