Volver a mi..
Respirar hondo, habitar mi cuerpo, cada rincón y recordar con cada célula las experiencias profundas que me hacen bien, instantes que han dejado huella en mi.
Traer a mi presente las sensaciones, los olores, los colores, los sonidos, detalles de aquellas vivencias y dejarme tocar por ellas, imágenes que tocan el alma.
Dejarme tocar por ese tiempo que fue y que me doy cuenta también es este tiempo y entonces pasado y presente se vuelven uno, son lo mismo y siento que de nuevo soy aquella, soy eso y soy esta y veo que siempre lo he sido.
Entonces puedo ver como más allá de la impermanencia de las experiencias de mi vida, de las personas, de mis vínculos, los lugares, los paisajes, las actividades, los trabajos, hay algo más grande que permanece y es la experiencia de mi misma. Y esta experiencia me da soporte, allí puedo apoyarme, sostenerme y atravesar.
También puedo descansar y desvanecerme y me doy cuenta que descansar en la experiencia de mi misma me conecta con algo bello, con algo puro, con el goce y la alegría, con una ligereza que me eleva y me ancla al mismo tiempo. Entonces agradezco.
Entonces me doy cuenta que allí donde conecto con lo que permanece, también me encuentro con lo que ha sido y siento una danza cósmica que une mundos y tiempos, que enlaza estas dimensiones de la experiencia a través de puentes y me doy cuenta que puedo cruzarlos tantas veces como quiera. Y la realidad se vuele enormemente amplia, llena de posibilidades.
Y me doy cuenta que puedo elegir. Cómo quiero habitar esto que llamamos vida…
Y entonces recuerdo que cuando mi espacio interno se cierra, mi realidad se vuelve pequeña, me siento separada, desubicada, perdida, con una fuerte añoranza por un tiempo que fue, anhelando un cierto pasado y me entristezco.
Y puedo decidir quedarme habitando esa pequeñez llena de carencia o cruzar el puente.
Y entonces permito que mi espacio interno se vuelva amplio y se abra a una realidad compleja, multidimensional y el mundo se vuelve esférico y algo se libera dentro de mi. Y me salgo del tiempo cronológico, mental y me dejo tocar íntimamente por el tiempo de lo eterno y entonces lo trivial y cotidiano se vuelve sagrado. Y entonces me doy cuenta que la vida es una experiencia transcendente. Y todo está bien. Estoy en paz.
Y me muevo así con el corazón vital, libre y agradecido y dejo de anhelar las cosas del pasado sintiendo que esa experiencia ha sido transformada, y está viva de una forma nueva, profunda, inexplicable y tiene sentido para mi.
Fotografía: Adrian Dominguez